Por ahora son solo sesenta botellas de una añada experimental, pero se trata de un ambicioso proyecto impulsado por la bodega coruñesa Argenceres para producir en Mendoza (Argentina) vino con la uva gallega godello. Su nombre comercial: Lágrima. El objetivo, a cuatro o cinco años, es «injertar en dos o tres hectáreas y poner a la venta entre 9.000 y 11.000 botellas», avanza Saúl Huerga, director comercial de la bodega, que pertenece al Grupo Portichol.

Antonio y Rodrigo Marchal, propietario y gerente de la bodega, decidieron llevar a su finca Las Aguaditas, en la localidad mendocina de San Rafael, injertos obtenidos en Vilamartín de Valdeorras. Los primeros resultados, según el enólogo Fabricio Orlando, permiten saborear un vino fresco que mantiene perfectamente la tipicidad de la uva.
El godello argentino madura en una finca de 3.400 hectáreas, situada a 750 metros de altitud. El terreno está formado básicamente por arenisca aluvial, procedente del arrastre de dos torrentes que bajan directamente desde Los Andes, muy próximos.




También es peculiar el clima de esa zona del norte de Mendoza, prácticamente desértico, con 3.200 horas de sol al año y menos de 280 mililitros de agua de lluvia. Unas condiciones de secano que Saúl Huerga, director comercial de Argenceres, equipara «a las del desierto de Almería». Más allá de las canalizaciones de los dos riachuelos no crece absolutamente nada.

La continentalidad del clima recuerda un poco a la provincia de Ourense, con amplitudes térmicas que van «en invierno desde -10 hasta 15 grados, y en verano, de 10 a 35, o más». Y estas condiciones son las que llevaron al grupo gallego a apostar por el godello, al entender, apunta Huerga, «que podría adaptarse muy bien» a las peculiaridades de Mendoza. En una zona «tan extrema y alta», la elección de otras uvas blancas, «como el albariño, sería errónea».

Fuente: La Voz de Galicia